Luego de un largo peregrinar por el desierto, llegó a las cercanías de un oasis. No conocía qué era el agua, pero sentía la sed.
Un hombre de aspecto muy sabio se acercó y le llevó hasta el borde de un estanque.
- El agua del estanque es lo único que puede aplacar tu sed.
Le dijo; y le alargó un tenedor.
Podía haberse sumergido en el estanque: Dejar que todos los poros de su cuerpo recibieran el regalo refrescante de su líquido. Pero no conocía el agua, y el hombre que le hablaba tenía aspecto de ser muy sabio. Así que comenzó a utilizar el tenedor para tomar el agua del estanque y llevarlo hasta su boca.
Con cada intento, apenas recibía unas cuantas gotas de agua; pero luego de mucho esfuerzo, su sed más profunda se había aplacado. No había logrado hidratar su cuerpo, pero la sensación desesperante desapareció de su boca y se conformó con eso.
Y se quedó a vivir en el oasis.
Y con el tiempo, sus rasgos adquirieron aspecto de gran sabiduría.
Y sustituyó al viejo sabio, a la muerte de éste.
Y cada vez que un caminante llegaba hasta el oasis, cansado de su peregrinar por el desierto y vencido por la sed; lo llevaba hasta el borde del estanque, le decía que su agua era lo único que podía aplacar la sed, y le entregaba un viejo y desgastado tenedor.
Todo por uso y costumbre... Sin investigar. A lo mejor el primer sabio tampoco cuestionó. Así somos y así nos moldean. Y al q cuestiona...dímelo a mí...
ResponderBorrarEs muy cierto... somos seres de costumbres, tradiciones y rutinarios que la mayor parte de las ocasiones nos limitamos a visualizar solo lo que hay en la caja y no lo que pueda haber fuera de ella..
ResponderBorrarDe pronto recuerdo el mito de la caverna de Platón.
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