5 de julio de 2011

Soteriología y antropología cristiana

Otro asunto que me resulta problemático tiene que ver con la relación entre la soteriología y la antropología  en el cristianismo; y los fundamentos sobre los que ambas se sostienen.
La soteriología es la rama de la teología que trabaja con el tema de la salvación, redención o justificación.  En la doctrina cristiana hay dos premisas básicas: 1. El ser humano necesita ser salvado de su condición de pecado; 2. La salvación, (redención o justificación) sólo se consigue a través del sacrificio de Cristo, en la cruz.
La segunda premisa, (la necesidad del acto sacrificial de Cristo para la salvación humana) la trabajaré en otro momento.  Por ahora, quiero enfocarme en la primera de las premisas: la condición de pecado del ser humano. Sin embargo, es importante entender que ambas premisas actúan en forma sistémica: Para que sea necesaria la acción salvífica de Cristo, es imprescindible que el ser humano se encuentre en una situación de la que requiera ser “salvado”.
En la teología cristiana, la situación de la que el ser humano tiene que ser salvado es de su condición de pecado.  Según la doctrina cristiana, el ser humano se encuentra en una condición de depravación total, como efecto de su desobediencia inicial.  Todo esto resulta en la antropología negativa del cristianismo.  Esto es, que el ser humano es visto y presentado como “malo por naturaleza”.
Esta antropología negativa se justifica a través del relato de la caída, que encontramos a inicios del libro de Génesis.  Según este relato, la primera pareja humana desobedeció las instrucciones dictadas por Dios, cuando éste la colocó en el jardín del Edén.  A causa de esta desobediencia, la naturaleza humana quedó pervertida a nivel ontológico. Desde entonces, el resto de los seres humanos nacemos condenados; con una condición de pecado que nos inclina hacia el mal y nos aleja de la posibilidad de hacer el bien.  Dicha condición humana pervertida, es la que hace necesaria la intervención salvífica de Dios; ya que los seres humanos nos encontramos naturalmente impedidos de hacer algo por librarnos de ella.
El problema que encuentro con todo este argumento, es que se sostiene sobre la premisa de que el relato de “la caída” refleja un evento histórico.  Para que esa “herencia” de pecado y esa naturaleza humana caída tenga sentido, los seres que nos la heredaron tienen que haber existido y el acto que transformó su naturaleza tiene que ser un evento histórico.
Eso es muy difícil de aceptar para la mayoría de nosotros/as.  En mi caso, no percibo el relato de la caída del libro de Génesis como un evento histórico, sino como una construcción teológica.  Entonces, si no hubo “caída” -en el sentido de un evento histórico que ocurrió al inicio de la humanidad-, ¿cómo o por qué razón ha quedado condenada toda la descendencia humana? Si el evento que es la causa del mal, no ocurrió; ¿cómo podemos sufrir por su efecto?

1 comentario:

  1. Hay algo dentro de estas creencias que me da mucha tristeza. Se trata de la premisa de que el ser humano es malo y que no puede realizar el bien, que siempre esta pecando y que no hay manera de salirse de ser un pecador o una pecadora.
    Si somos padres y madres, sabemos que no debemos decirle a nuestros hijos que no son buenos, y repetirle ese mensaje todo el tiempo. Si somos maestros, tampoco debemos estar constantemente diciéndole a nuestros estudiantes lo incapaces que son de hacer el bien. Entonces, ¿por qué en nuestras denominaciones religiosas seguimos considerando que el ser humano es incapaz de hacer el bien?
    Pienso que nuestra visión de Dios y de nuestra relación con Él es la que define las demas relaciones que tenemos en nuestra vida. No creo que pensar que somos hijos e hijas de Dios, creación de Él, y que a la vez somos basura diga algo bueno de Dios. Tampoco creo que tener una visión negativa del ser humano sea beneficioso para nuestra vida de familia y de comunidad. Si queremos tener una relación saludable con Dios y con el resto de la humanidad, debemos comenzar con amarnos y aceptar nuestra humanidad como algo bueno.

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